Antes cuanto más joven te casabas, mejor, pero hoy en día en Argentina la realidad parece ser todo lo contrario y se casan más tarde, sin embargo, aún hay jóvenes dispuestos a arriesgarse antes.
Los que decidieron esperar
Un informe del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires marcó que la edad media para contraer matrimonio se ha incrementado paulatinamente entre 1990 y 2016. En los varones, pasó de 29,3 años en 1990 a 34,2 años en 2016, y en las mujeres, de 28 años a 33,4 años. ¡La edad para casarse aumentó casi 5 años más! El matrimonio pasó de ser una decisión apresurada a una decisión demasiado contemplada como para llevarla a cabo.
El matrimonio es importante, pero el tiempo de preparación antes de casarse también lo es. La elección de un esposo o esposa es uno de los pasos más trascendentales que puede dar una persona. Tal decisión no debe tomarse apresuradamente o a la ligera. El amor no es un sentimiento que fluctúa, éste implica compromiso y madurez. Pero parece que hoy en día se consideran más maduras a las personas que esperan indefinidamente a casarse que a los que se animan a tomar una decisión basada en el amor.
Las estadísticas nupciales del Ministerio de Salud de la Nación pueden dar cuenta de eso. Cada vez se casan menos personas. En el 2012, se casaron 131.922 parejas; en 2013, 123.810; en 2014, 119.266; y en 2015, 115.921. Hay una tendencia marcada. Y según un estudio de la UCA, entre 2004 y 2011, los nacimientos “extra-matrimoniales” superaron a los matrimoniales. Mientras que los primeros crecieron un 32,2%, los segundos disminuyeron un 25%.
Hoy en día no es normal casarse, y menos aún casarte joven, y por eso es visto tan raro, como un error. “¿Te vas a casar tan joven?”, “¿por qué no convivir mejor?”, “pero todavía te queda tanto por vivir”, “están quemando etapas”, “primero tenés que conocer el mundo”… son algunas de las frases que pueden escuchar algunas de las parejas que deciden casarse a sus veinte.
La actual generación de jóvenes quiere casarse recién a los 30, o más adelante. Algunos ni consideran casarse como una opción. Hoy en día las mujeres pueden tener una carrera universitaria y realizarse en el ámbito laboral. ¿Pero quién dice que eso no se puede hacer casada?
Los que se casaron “demasiado jóvenes”
Tres historias en los que sus protagonistas por diversas razones y circunstancias se tiraron a la pileta.
Juli Montes, 26, y Gonza Scannone, 26, iban al mismo colegio, a la misma clase y todo, pero no fue recién hacia fines de 4to año que empezaron su relación. Era el 2010 y estaba muy de moda el BlackBerry, pero ellos eran los únicos que tenían dicho celular en toda la clase. Fue por esa razón que Gonza le pidió el PIN a Juli.
Pero tener BlackBerry no era lo único que tenían en común, ambos vivían en el mismo barrio. Chateaban por el celular y Gonza la pasaba a buscar por su casa para hacer programas. Esa Navidad, el 25 de diciembre de 2010, se pusieron de novios. Pero después de estar casi 8 años juntos, la pareja sufriría un momento difícil, que definiría su destino como pareja.
A fines del 2018, Juli estuvo internada un mes. En ese tiempo se vieron muy poco, pero con mucha terapia y ayuda pudo sortear los obstáculos de salud, y fue Gonza la pieza súper importante para que ella pudiera continuar con el tratamiento por fuera de la clínica.
“Esos momentos de mucha tensión te unen o te desunen, te separas o te casas, y así fue como a nosotros nos unió un montón, se fortaleció el vínculo”, cuenta Juli. Al salir de la clínica, se fueron de viaje a París y fue ahí donde le propuso casamiento. Se casaron el 11 de octubre de 2019, ambos con 24 años.
Por supuesto que todos se alegraron, pero su familia estaba preocupada por su salud, y muchos le decían que eran demasiado jóvenes, mejor esperar a otro momento. Pero ellos estaban decididos a consolidar ese amor tan fuerte que tenían, darle un marco legal y católico a su unión.
“Para mí no depende de los años que tenés, para mí depende del amor que sentís, de lo que conocés a la otra persona, pero aunque estés hace 50 años casado siempre descubrís algo nuevo, no hay un momento ideal para dar un paso. Lo que tiene que estar en la pareja es la consolidación para dar los pasos que uno quiera. Nuestro matrimonio creció un montón, pasamos un montón de momentos juntos, de todo tipo, económicos, contratos, ser adultos, un embarazo, ¡¡¡un hijo!!! Benja llegó muy rápido por suerte, ser padres es lo más lindo que hay, con sus cosas buenas y malas.” Actualmente se están por mudar a Estados Unidos con su bebé de 7 meses, más felices que nunca.
Nacho Domínguez, 28, y Agnès Lefebvre, 27, se conocen desde siempre. Eran vecinos, literalmente una casa al lado de la otra. Cuando Agnès tenía 15 años, se acercó al grupo de amigos de Nacho por una amiga en común, pero Agnès no quería ser su amiga y caer en la “friendzone”, porque la verdad que hacía tiempo que Nacho le gustaba y mucho. Tuvieron que pasar un par de años más para que él se diera cuenta y la invite a salir. En el día del cumpleaños número 18 de Agnès, Nacho le pidió ser novios, y de ahí no se separaron más.
Hace poco a Agnès le surgió la posibilidad de realizar un máster en España, y Nacho decidió acompañar a su novia en ese nuevo proyecto, pero sumando otro proyecto juntos: el matrimonio. Casarse era el paso que seguía a su noviazgo y se sentía natural y correcto. Gente que no los conocía se sorprendía al saber la noticia de su casamiento siendo tan jóvenes, pero no sus amigos y familiares, los que los conocían de verdad sabían que ese día llegaría tarde o temprano.
Después de estar 10 años juntos, dieron el sí en la capilla de su barrio el 1 de abril de 2021, y pocos días después se mudaron a Madrid, donde viven actualmente.
“Nos llevamos muy bien, nos divertimos mucho juntos, nos acompañamos mucho en los proyectos que cada uno tiene, y hablo por parte de los dos que ninguno se imagina compartir esto que estamos viviendo hoy en nuestra vida con alguien más. Cuando vos querés a una persona hay mucha emoción, pero cuando vos amás a una persona, es porque tomás la decisión consciente y lógica de que es una persona que querés tener presente en tu vida, y yo creo que eso al fin y al cabo llevó a que nos casáramos, porque nos amamos y nos elegimos todos los días.”
Cuando Santi Ferrari, 36, tenía 25 años, decidió empezar clases de francés en el Centro Universitario de idiomas en Buenos Aires. Hizo el primer nivel, el segundo, el tercero y el cuarto. Consolidó un buen grupo de amigos y había buena onda en la clase, todos se conocían desde el primer nivel. Pero al llegar al quinto nivel, entró una persona nueva que ya sabía un poco de francés y por eso entraba tan avanzado el curso.
Santi la vio entrar a la clase y le pareció muy linda, el flechazo fue instantáneo. Encima tenía casi su edad. Poco a poco se fueron conociendo, hasta que Santi por fin se animó a invitarla a salir. En plena esquina del centro de Buenos Aires, cuando estaba por llegar el momento en el que cada uno se iba por su lado, Santi la invitó a salir, cara a cara. Sofi se quedó perpleja, dio una respuesta medio confusa y se fue a su casa.
Santi pensó que la respuesta de Sofi había sido no, pero el jueves siguiente, en vez de su estilo clásico de jean y zapatillas, Sofi entró a la clase arreglada y con botitas. ¿Era un sí? Cuando terminó la clase, Sofi se dirigió a Santi y le preguntó: “¿A dónde vamos?”. Su primera salida fue en un bar, en mayo del 2010. Empezaron a salir, y se pusieron de novios formalmente en julio de ese mismo año.
Santi sentía la vocación de casarse y formar una familia, y siempre recordaba las palabras de un cura de Bella Vista, que recomendaba que si empezás una relación, lo ideal es que en algún punto del horizonte, hay que plantearse la idea en la cabeza sobre si esa relación está hecha o no para casarse.
Con ese principio ordenador, se fueron conociendo, construyendo una historia juntos, en distintos entornos y situaciones, y se dieron cuenta que ambos pensaban de manera similar, compartían los valores católicos y ambos soñaban con formar una familia y tener hijos.
“En el verano del 2012, dije sí, con esta chica quiero casarme, quiero formar una familia, quiero cumplir mi vocación. Y decidí proponerle matrimonio”, relata Santi.
Se casaron el 13 de abril de 2013, él con 28 y ella con 24 años. Sofi fue la primera en su grupo de amigas en casarse, pero Santi ya tenía varios amigos casados. Ser jóvenes no importó. Santi ya sabía lo que quería y sólo faltaba que llegara la persona indicada para tomar esa decisión. Y esa persona fue Sofi.
Si bien las estadísticas en el mundo de hoy es un dato para analizar, también es bueno conocer la otra cara de la moneda, ya que a fin de cuentas la decisión de casarse es un acuerdo íntimo entre dos personas y no tiene por qué ser determinado por modas o presiones externas. Ni demasiado jóvenes ni demasiado grandes, la decisión hay que tomarla de manera conjunta y comprometida, confiando que será para siempre.
Fuentes:
-Catholic Link
-Clarín
-Gobierno de Buenos Aires