Por Lucía Murphy, redactora de Faro Films
Llegamos a la Peregrinación
No sé qué hago acá. Eso es lo primero que pienso cuando llego a la Capilla Sagrado Corazón de Jesús a las 10 de la noche en El Paraíso, un pueblito tranquilo que queda a 50 minutos en auto de San Nicolás. Aclaro lo del auto porque caminando es otra historia, como veremos mañana.
Estoy muy cansada. Después de manejar dos horas y media desde mi casa hasta el Santuario de San Nicolás, estacionar el auto por ahí, fijarme si hay un Uber para ir al lugar de encuentro con el grupo. ¿No hay Uber? Le preguntamos a una señora en una plaza si sabe cómo podemos ir hasta allá. Remis. Vamos a su remisería de confianza.
“Solo subimos a tres personas”, nos dice el que dirige la remisería. Pero nosotros somos 5. “No nos vamos a separar”, me pongo firme. Siendo la más grande de los hermanos, la más chiquita con 15 años recién cumplidos… no, no hay forma de que nos separemos. El señor al parecer se da cuenta de que lo que digo es en serio, no vamos a separarnos, así que nos señala un auto de afuera y nos subimos los 5 juntos.
Después de un trayecto un poco estresante, con el remisero para nada contento con nuestras indicaciones para llegar al lugar, por fin divisamos la capilla. Vamos a dormir esa noche ahí y después caminar todo el día siguiente hasta llegar al Santuario, meta final, donde nos espera, además, nuestro auto estacionado a pocas cuadras.
En El Paraíso nos reciben con asado, no conocemos a nadie pero se nos acercan a charlar, se respira paz. Hay un cartel enfrente a la capilla que dice “Bienvenidos Peregrinos”. Ahora sí sé que hago acá. Cantamos algunas canciones con la guitarra y nos vamos a dormir.
Pero, otra vez, no sé qué hago acá… El piso de la capilla está frío, no me traje ni colchón ni aislante, y para colmo mi bolsa de dormir está rota. Extraño mi cama. Al fondo de la capilla se escuchan elefantes aullando: son ronquidos, los más fuertes que escuché en mi vida, de verdad. Siempre sufrí de sueño liviano y sé que esta noche no voy a dormir. Miro a mis hermanos, tampoco están durmiendo. La quiero matar a Trinidad, no sé en qué momento nos convenció a todos de venir.
El principio de todo
A Trini, la hermana que me sigue, la invitó Alan. Alan es uno de los chicos que vivía con el Padre Jaime en la Casa de Jóvenes “Levántate y Camina”, apodada por todos como “La Casita”. Es un espacio de aprendizaje y contención para jóvenes entre 15 a 28 años en recuperación de adicciones. El Padre Jaime convence de peregrinar a varios todos los años, pero no tiene que convencer a Alan, él lleva varias peregrinaciones encima y le encanta. En una de las peregrinaciones anteriores conoció a Trini.
Desde 1985, todos los años se realiza, entre los días 21 y 24 de septiembre, la peregrinación a pie de Buenos Aires a San Nicolás. Entre 500 y 1.500 personas, jóvenes y adultos, caminan con fe y alegría, para visitar a la Virgen María del Rosario de San Nicolás. Pero en el 2020 no se hizo por la pandemia, y este año parecía que no se iba a hacer. Los de La Casita, liderados por el Padre Jaime, decidieron peregrinar igual, caminar y que se encargue de ellos la Providencia. Y lo que sucedió el día que empezaron a peregrinar fue sin dudas muy providencial.
Un encuentro providencial
Alan le pidió a Trini que no invitara a mucha gente, porque no tenían nada organizado, ni siquiera sabían dónde iban a dormir o qué iban a comer. Trinidad no sé cómo nos convenció a Tomás, Felicitas, Jacinta y a mí y decidimos peregrinar como hermanos, literalmente.
Resulta que un grupo de Villa La Cava, viendo que la Peregrinación Nacional tampoco se iba a hacer este año, decidieron salir a peregrinar igual. Organizaron todo a la perfección, compraron comida, alquilaron los galpones de siempre, con las paradas de siempre. Y ambos grupos, los de La Casita y los de La Cava, salieron a peregrinar cada uno por su lado el martes 21 de septiembre a la mañana.
En la primera parada de todas, los grupos se encontraron. Por alguna razón, muchas personas de La Cava no pudieron peregrinar, y eso significaba lugar para dormir y comida de sobra. “Únanse a nosotros”. Y así fue como gracias a la Providencia, los de La Casita pudieron disfrutar de una Peregrinación más organizada junto a más personas.
Se forma el grupo
Esa noche en El Paraíso no dormí, pero ya no había nada que hacer y había que ponerle onda. A las 7 de la mañana ya estaban todos despiertos para desayunar y empezar a caminar. Para ellos era el tramo final, estaban todos cansados y con ampollas en los pies. Nosotros recién llegábamos y teníamos 40 kilómetros por delante.
Algunos de La Casita se nos acercaron y rápidamente formamos un grupo que perduró durante todo el día. Compartimos chistes, charlas profundas, charlas no tan profundas, mates, incluso rapeamos. Éramos nosotros 5, junto con Ramiro, Pantera, Nahuel y Cristopher.
Ya habíamos peregrinado varias veces, y era la primera vez que ellos peregrinaban, pero nos cuidaron a lo largo de todo el camino como si nosotros fuéramos los principiantes. Conocerlos le dio un sentido a mi Peregrinación, llevé varias intenciones en una carta a María pero decidí peregrinar por ellos.
Nunca conocí a alguien tan bueno y servicial como Ramiro. Todo el tiempo pendiente de que estemos bien, de que la caminata se nos haga un poco más leve, de mantener unido al grupo. Sellamos con un puño la promesa de terminar juntos la Peregrinación y la cumplimos.
Pantera, que le decían así por su parecido al personaje de la serie “El Marginal”, nos entretuvo con sus chistes y adivinanzas, me hizo olvidar el cansancio por un buen rato. Su historia de vida me la guardo en el corazón, nunca conocí a nadie tan fuerte como él.
Nahuel, siempre sonriente, con ganas de seguir, moviendo al grupo hacia adelante. Desde que se enteró de que mi hermana más chica era diabética, estuvo pendiente en todo momento de que esté bien. Atento a todos, un verdadero caballero de los que no abundan hoy en día.
A Cristopher le decíamos L-Gante, por el cantante. ¡L-Gante, te aviso que tenés un hermano perdido en La Casita y se llama Cristopher! No paramos de reírnos con sus raps y sus comentarios, sin él la Peregrinación no hubiera sido lo mismo.
Elegidos por María
Yo egresé del Colegio Los Robles del Pilar, que siempre estuvo muy metido en la organización de la Peregrinación Nacional, pero este año solo somos nosotros 5 del colegio.
El Negro, como nosotros, ya lleva varias peregrinaciones encima. Con el Chino se sumaron a sus amigos de La Casita y están peregrinando desde el día 1. Él piensa que la Virgen nos hizo una invitación especial. A él, a nosotros, al Chino, a los de La Casita, a los de La Cava, y a algunos organizadores más.
¿Qué hacemos ahí, por qué somos tan queridos por María que nos regaló la oportunidad de peregrinar este año? Yo también pienso que somos unos privilegiados. Por alguna razón u otra, los elegidos para caminar somos pocos. Tiene que ser por algo, ¿no?
La canción
Después de peregrinar todos los años con chicos de Los Robles, tanto de la sede de Pilar como del Centro, se sabe que hay canciones que se cantan sí o sí mientras caminas. Pero en esta Peregrinación tan especial necesitamos inventar una canción. Una canción que sea nuestra.
Entre Trini, el Negro, el Chino y Alan, que tocan las guitarras mientras caminan, se forma la canción, que la cantamos todos y se la enseñamos al resto a la hora del almuerzo. La Peregrinación es cada vez más emocionante, más personal. Acá abajo les dejo la letra para que se la aprendan para el próximo año.
LETRA:
(Cántese con el ritmo de Vivir Mi Vida de Marc Anthony). Marc, te debemos los derechos, disculpá.
Estribillo
Voy hacia ti, a caminar
Hasta llegar, no voy a parar
Voy hacia ti, a caminar
Quiero llegar, a San Nicolás
A veces cuesta la lluvia
A veces duro el camino
Pero pa’ los peregrinos
Todo esto tiene sentido
Y para qué, llorar? Pa’ que? Si tengo a María en mi vida
Y para qué, sufrir? Pa’ qué? Si yo por María doy mi vida
Estribillo x2
Llegamos al Santuario
Llegamos a San Nicolás y el pueblo nos recibe con emoción y alegría. Los locales nos acompañan a caminar el último tramo hasta el Santuario con carteles, entre lágrimas y risas. Se nota que extrañaron la Peregrinación el año pasado, es un lujo ver llegar peregrinos de nuevo tras la pandemia.
Cantamos a todo pulmón, ya falta poco. Entre calle y calle se ve la imponente cúpula. Damos un último giro y ahí está frente a nuestros ojos el Santuario, con la Virgen recibiéndonos con los brazos abiertos. Nos estaba esperando.
No llegamos a tiempo para la misa, pero no importa, el Padre Jaime recibe una autorización especial para darnos misa a nosotros dentro de un rato. Miro hacia todos lados, ¡están todos emocionados! Hasta el Padre está emocionado. Nos da un abrazo a cada uno.
Nos abrazamos entre todos, ¡LLEGAMOS! Saltamos y gritamos en forma de pogo, “¡No tenemos miedo!”, cantamos entusiasmados, aunque tengamos las piernas cansadas, aunque estemos afónicos, vale la pena.
Por fin es la hora de entrar al Santuario, cantamos “Dulce Doncella” con velas prendidas. Nos arrodillamos frente a la Virgen, algunos sonriendo, otros lagrimeando, pero la mayoría sonriendo y lagrimeando al mismo tiempo. En ese momento, en mi corazón tengo la certeza de que este día entero de caminata ya dio sus frutos. María me muestra por qué estoy acá, y solo puedo agradecer.