El día que conocí al Papa Benedicto XVI

Por Claudia Echeverría ( Prensa y Comunicaciones Faro Films)

En marzo del 2012 tuve el enorme privilegio de cubrir la primera y única visita del Papa Benedicto XVI a México, siendo corresponsal de Revista Cosas en Argentina. Hasta ese momento debo reconocer que él no era un Papa que me atrajera mucho. Menos después de tener a Juan Pablo II, un pontífice tan humano, cercano y alegre. Benedicto, me resultaba frío, distante, serio. Pero a partir de esa gira toda mi visión de él, cambió absolutamente.

Estuve 4 días de gira por Guanajuato, León y Silao, siguiéndolo por todos los eventos como una periodista más. Pero a medida que lo observaba en su trato con los niños, con los jóvenes, con las autoridades y que escuchaba atentamente sus discursos y homilías, me fue cautivando más y más. Gracias a esa gira fui conociendo sus cualidades y dones inconmensurables que me inspiraron a leerlo y seguirlo para conocer y fortalecer mi fe. Tal  fue así que terminó siendo un mentor en mi vida espiritual. Su encíclica “Caritas in Veritate” , (La caridad en la verdad), me inspiró el deseo por conocer profundamente la Doctrina Social de la Iglesia, para aprovechar siendo periodista, de comunicar y transmitir ese maravilloso mensaje de salvación que la Iglesia Católica nos ofrece.

En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral”. Benedicto XVI

Yo, como muchos tenía el prejuicio de que era difícil entender su mensaje, incluso que era aburrido, pero por el contrario,  cuando volví de ese viaje, ávida por conocerlo más me maravillé con su sorprendente claridad que te hacía encender el corazón

De esa gira papal que me abrió los ojos del alma,  quiero compartir las tres cualidades que personalmente pude apreciar de Benedicto XVI , que creo lo hicieron ser un Papa tan querido y respetado en el mundo. Cualidades, que sin duda, lo llevaron el día de ayer sábado 31 de diciembre a las 9.43 am a partir directo al cielo junto al Padre.

LOS RASGOS DE BENEDICTO XVI

Su humildad: reflejada en su postura sencilla, sin pompa, su caminar lento, sin grandilocuencia. Observador minucioso, servicial, sin exigencias ni estridencias en cada unos de los momentos de esta gira. Nunca se le vio quejarse, ni rehusar un saludo. A cada evento llegaba sigiloso, tímido, con una sonrisa dispuesto a cumplir una misión que jamás esperó recibir.  

Su inteligencia: expresada en “brillantes” homilías durante las ceremonias de la gira fueron una certeza de la manifestación de Dios en su ser. El silencio con que se vivían sus misas multitudinarias era sobrenatural. La  fuerza y claridad para expresar ideas profundas cautivó hasta los periodistas más ateos que cubrieron los eventos, que eran muchos.

No dudo, que sus enfoques “iluminadores” acerca de las realidades humanas y sobrenaturales, y sus libros y encíclicas que son verdaderas cátedras sobre la realidad de Cristo, lo convirtieron en uno de los  grandes teólogos de la Iglesia Católica de nuestro tiempo. Por ello su rico legado espiritual permanecerá en la historia de la Iglesia por muchos siglos.

Por último su ternura: la que pude sentir en primera persona, cuando por un designio inexplicable, estuve muy cerca de él. En el cronograma de la gira había una Misa a la que quería asistir  en la catedral de Guanajuato, en la cual el Papa le iba a hablar a su grey: obispos , sacerdotes, representantes de movimientos y organizaciones religiosas y laicos. Al ser un lugar limitado en espacio solo asistiría un grupo reducido de periodistas «vaticanistas» ( estos son los adjuntos permanentes en la Santa Sede). Por esos designios a los que llamo “diosidencias”, alguno no fue y mientras estaba en la sala de prensa,  alguien me tocó el hombro y me invitó a abordar la combi de los italianos rumbo a la catedral. Mientras esperábamos ingresar, yo permanecí en silencio total porque no hablaba italiano, no era vaticanista y me sentía una «colada».

De repente se me acercó el jefe de la guardia papal, me hizo un gesto para que lo siguiera, y sin mediar palabras, caminamos entre las filas hacia adelante y me vi sentada en la segunda fila del templo al lado derecho donde estaba la salida del presbiterio.De repente se abrieron la puertas y salió Benedicto, que se quedó parado muy cerca mientras lo preparaban para subir al altar. Grande fue mi emoción al punto que bajé mi cámara fotográfica, y fue cuando nos cruzamos las miradas, y me regaló una sonrisa que me transmitió una ternura tan inmensa, que aún hoy mientras escribo esto, la recuerdo y me conmueve.

Tampoco me olvidé de esa homilía en la que con esa misma dulzura agradeció con palabras cariñosas el  “valioso” trabajo voluntario de los laicos y apostolados en la iglesia e hizo  luego un severo llamado de atención a los obispos de Latinoamérica allí presente, a  que fueron mucho más abiertos a colaborar con iniciativas y proyectos de estos feligreses comprometidos con su iglesia.

Hoy me embarga la tristeza, pero no quise dejar de escribir esta nota como homenaje y agradecimiento a este gran hombre, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor, como él mismo se describió cuando lo nombraron Sumo Pontífice.

Adjunto además una de las primeras crónicas que hice en México, que muestra esta faceta cariñosa y cercana que muchos pensaron no poseía, en comparación con otro gran santo padre Juan Pablo II, un Papa sumamente querido por el país azteca… Al parecer Benedicto se contagió del entusiasmo de su predecesor y fue al país de la Virgen de Guadalupe,  donde dio examen y salió más que aprobado del cariño de la gente. 

El  Benedicto “Mexicano”

 En Roma subió al avión con un bastón y de México se fue subiendo la escalinata del avión, solo. Feliz, relajado, cariñoso y entusiasta, así se mostró, el Santo Padre  en su primer viaje a México confirmando que el idilio de los últimos Papas con este país,  no es casualidad.

Contra todos los pronósticos Benedicto XVI conquistó a los mexicanos. Llegó con una pesada carga de ser el sucesor del querido Juan Pablo II, sumado a su imagen de hombre serio y poco cercano y a una realidad mexicana en que la violencia  provocada por el narcotráfico y la caída de la fe de los católicos, hacían presagiar una débil respuesta.

Días antes del arribo, una encuesta realizada por Demotecnia, una empresa azteca, señaló que sólo  el 20% de los mexicanos decía “sentir mucha emoción con su llegada” en tanto un 77%  expresó que le emocionaba poco o nada.

 El ROMANCE

Sorpresivamente el click fue instantáneo. Apenas bajó del avión en la ciudad de Guanajuato, centro del país, su sonrisa fue distinta.  Ya los periodistas vaticanistas en el avión comentaron que se lo veía radiante pese a las 14 horas de vuelo desde Roma.

Tras la bienvenida de rigor del Presidente Felipe Calderón y autoridades eclesiales se subió al Papamóvil  y se desató el “romance”. 

A su paso en los 34 kilómetros de recorrido que debía hacer desde el aeropuerto hasta el colegio Miraflores, lugar de residencia, comenzaron a verse las banderitas amarillas y a sentirse el júbilo de las miles de personas que se apostaron desde tempranas horas, que comenzaron a cantar “Benedicto hermano, ya eres mexicano”.

A medida que pasaban las horas Guanajuato comenzó a vivir un ambiente de fiesta con enormes carteles de bienvenida al pontífice y cerca de  3 millones y medio de personas,  que se movilizaron caminando hacia las calles por donde pasaría el Papa móvil.

Pero lo que marcó un antes y un después fue la misa en el Parque Bicentenario. Allí se concretó el amor definitivo entre las partes. Por un lado hay que destacar el esfuerzo que hicieron más de 550 mil personas que se trasladaron a un lugar alejado de la ciudad caminando con una temperatura que rebasaban los 31 grados. Que decir de los miles de jóvenes que se fueron acampar desde las 7  de la mañana del día anterior para tener su lugar. Fue impactante para los periodistas que cubrimos el evento ver las hordas de personas de todas las edades que hicieron fila por más de 8 horas para ingresar, tras haber caminado un trayecto de no menos de 2 kilómetros.

Por su parte, el Papa Benedicto se dio el tiempo para hacer un largo recorrido por el predio con un gorro de charro en la cabeza sonriendo y besando bebés. Y pese a todas las fuertes medidas de seguridad, él mismo pidió a su guardia bajar la ventanilla del Papa móvil.

 Tras la misa tuvo audiencias privadas y en la noche, se salió de la agenda, algo que no hace habitualmente y salió a la puerta de la residencia donde habitaba para escuchar el cielito lindo de los Mariachis. Allí conmovido señaló “Puedo decir que México permanecerá siempre en mi corazón.“ Ahora puedo entender porque el Papa Juan Pablo II decía: “ahora me siento un Papa mexicano” dijo Benedicto XVI.

TEXTI Y FOTOS Claudia Echeverría para Revista COSAS CHILE

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